miércoles, 14 de noviembre de 2012

Efímera luz

Se filtró un pequeño rayo de luz por el pequeño orificio que había en aquella oscura cueva.
Lllegó sin avisar, creando un desconcierto inexplicable en ese lugar acostumbrado a la penumbra.
Se instaló poco a poco, expandió su luz y su alegría, desterrando así la desolacón de aquel desesperado lugar.
Hizo que las zarzas se convirtieran en bellos rosales y consiguió restaurar la esperanza, que desde hacía tiempo no caminaba por aquel lugar.
La cueva se acostumbró a la luz, perdió el miedo, se llenó de colores, de alegría, de calor... La primavera explotó dentro de ella.
Pero al igual que después de la tormenta llega la calma, aquí se rompió la calma con un rayo que descosió todas las puntadas de esa felicidad.
El lugar se tornó oscuro, se despidió de la vida y retomó su desolación, ya casi olvidada.
Quizá era un precio que debía pagar, quizá no miró la letra pequeña del contrato en la que ponía que "hasta las más bellas rosas traen consigo dolorosas espinas".
 Las rosas de esa cueva se marchitaron y tan solo dejaron espinas que se punzaban en sus paredes.
La luz se convirtió en penumbra, el calor en hielo y la alegría en nostalgia.
Pero la cueva también se resignó y albergó el anhelo de recuperar esa luz, esa magia, esa vida, todo eso que un día le brindaron pero, que de la noche a la mañana, le arrebataron.
Ahora llueve en su interior pero algún día reinará de nuevo el calor. Este vez de un distinto sol.