lunes, 30 de enero de 2012

Que seas, simplemente, tú

Que en cada paso que des tengas otros pies que te acompañen.
Que en cada traspiés que sufras tengas una mano en la que sujetarte.
Que en cada caída dolorosa exista ese alguien que te ayude a levantarte.
Que cada risa y cada llanto gocen de una buena compañía.
Que exista el placer compartido, que nunca sientas que estás solo.
Que sepas admitir tus errores, afrontar tus problemas, conseguir tus metas y alegrarte por tus victorias.
Que nunca te veas perdido en la tormenta porque tarde o temprano cesará el diluvio.
Que no gane tu orgullo y pierdan tus sentimientos.
Que le encuentres sentido a tu vida y la vivas de la manera más apasionada.
Que seas tú, que seas feliz siempre siendo así.

viernes, 20 de enero de 2012

Un poco de orden

Hay momentos en la vida en los que piensas que ya has madurado, que te queda poco por cambiar o, incluso, que casi ya has terminado de construirte como persona. Crees que eres lo que un día deseabas ser y que no cambiarías por nada del mundo porque te gustas tal y como eres...
Pero estos día, hoy por hoy, escasean para mí. Nada de eso pasa en estos momentos por mi agitada cabeza. No sirve de nada ser muy madura en algunos aspectos y ser un total desastre en otros. No sirve intentar concienciarte de que esto sólo es un bache que pronto acabará con fuerza de voluntad. Todo eso es inútil. Y es que las cosas pueden intentar evitarse antes de que sucedan pero una vez que acontecen ya no hay remedio, al menos a corto plazo.
Duele mucho lo de decepcionarte contigo misma, lo de darte cuenta de que eres un completo desastre. Y más duele albergar el deseo de cambiar sin conseguir, por mucho que quieras, llevarlo a cabo. Es una sensación de impotencia que te hace replantearte todo: si éste es tu lugar, si de verdad vas a conseguir lo que tanto deseas...
Dicen que hace más el que quiere que el que puede. A veces lo dudo. Pero yo quiero cambiar y cueste lo que cueste lo tengo que conseguir a como de lugar. No quiero seguir lamentándome por ser como soy, no quiero seguir arrepintiéndome de los pasos que doy y de los que no llego a dar, no quiero mirarme cada día y ver a un mundo de ideas sin orden. No quiero ser el caos que ahora mismo soy.
En este preciso momento, sé que deseo reinventarme en casi todos mis sentidos, quiero mejorar o, mejor dicho, tener algo bueno que me haga pensar que valgo.
Hoy me digo adios, que no hasta luego.

miércoles, 11 de enero de 2012

A deshoras, en el mismo bar de siempre

Fue en el bar de siempre. Ella iba callejeando como de costumbre buscando un par de copas en las que ahogar sus penas. Al llegar a la puerta del bar se paró por un instante dudando entre entrar o buscar otro lugar. Finalmente decidió entrar. 
Nuevas caras en el interior pero también rostros conocidos. El hombre solitario que siempre está en la parte derecha de la barra con una cerveza en la mano, la camarera pelirroja con su inseparable pronunciado escote, el tipo raro que nunca pide otra cosa que no sea whisky... Pero ninguna de estas personas despertaba en ella sentimiento alguno.
Decidió pues adentrarse en el garito con paso firme. Apoyó sus brazos en la barra y pidió su primera copa. Visto y no visto. No duró el alcohol más de diez minutos en el vaso. De nuevo pidió a la camarera otra copa más pero esta vez lo hizo con un solo gesto. Esta copa la fue consumiendo poco a poco, así le daba tiempo a recordar por un momento todo lo que le dolía antes de que el alcohol nublara estrepitosamente su mente.
Pero entonces sucedió lo que por un lado deseaba que sucediese y lo que por otro más temía en ese momento. Él, el mayor de sus dolores, el que le provocaba las ganas de emborracharse noche tras noche, entró por la puerta.
Entonces sus ganas de olvidar se mezclaron con el deseo de abalanzarse contra él y besarlo, pero, a la vez, también sentía rencor y rabia. Gracias a eso pudo reprimirse y quedarse donde mismo estaba sin menear un solo músculo. 
Él se sentó a dos taburetes de ella. También la vio. Era algo inevitable: él y ella, ella y él, sentados en el bar de siempre pero a dos taburetes de distancia. Pero esta distancia poco tardó en romperse. Firme, con los ojos cegados por un sentimiento inexplicable, el hombre se levantó y, silencioso como un fantasma, se paró junto a ella. Ambos se miraron sin pronunciar ni una sola palabra. En sus ojos se veía el dolor de recordar tantas noches compartidas en el mismo colchón, el deseo de volver a caer en esa tentación, la rabia porque todo terminara como terminó. Tras un tiempo de cruce de miradas, él dejó caer una lágrima al compás de su corazón y decidido se marchó. Sobraron las palabras en aquel silencio abrasador.
Y se fue, llevándose consigo el amor que en realidad sentía. Y ella, sola, como de costumbre, se quedó mezclando lágrimas y JB mientras se torturaba pensando que todo podía haber sido distinto.


sábado, 7 de enero de 2012

No es un mal trato...

Es como llegar a la cima más alta, esa cima a la que considerabas inalcanzable; establecerte en ella pensando que ya no descenderás y...justo cuando comienzas a pensar eso, hay algo que te empuja y ¡ZAS! caes al vacío sin oportunidad de aferrarte a nada para evitar la caída. Una vez en el suelo te paras a meditar, a sacar conclusiones y a sentar a razón y corazón en la misma mesa, dejándolos conversar para que busquen una solución. Después de debatir intensamente qué hacer, llegan a la conclusión de que en realidad lo de subir a la cima no era tan buena idea. Concluyen así diciendo que, en este caso, quedarse a la mitad de la montaña ( a una altura considerable pero que ni mucho menos roza la cima ) es más oportuno; saben que si existe un sentimiento nada es fácil por lo que es uno mismo el que debe buscar la manera de facilitar las cosas. Y firman el acuerdo en el que prometen dejar el orgullo a un lado, siendo éste acompañado por el rencor y la rabia; prometen dejar el agua correr sin cerrar la puerta a lo que suceda pero sin hacerse ilusiones de que algo vaya a suceder; y también prometen no dejarse pisotear ( eso lo escribieron en mayúscula). Pero más abajo, al final del contrato, tenemos el apartado más debatido: el de guardar silencio para siempre, guardar el secreto a quien podría concernirle y no decirlo nunca, nunca, nunca.
Qué bonitas pueden verse las cosas desde la mitad de la montaña y a la vez que raras y difíciles se ven pintadas! Pero esto no importa, la armadura casi está terminada.