sábado, 7 de enero de 2012

No es un mal trato...

Es como llegar a la cima más alta, esa cima a la que considerabas inalcanzable; establecerte en ella pensando que ya no descenderás y...justo cuando comienzas a pensar eso, hay algo que te empuja y ¡ZAS! caes al vacío sin oportunidad de aferrarte a nada para evitar la caída. Una vez en el suelo te paras a meditar, a sacar conclusiones y a sentar a razón y corazón en la misma mesa, dejándolos conversar para que busquen una solución. Después de debatir intensamente qué hacer, llegan a la conclusión de que en realidad lo de subir a la cima no era tan buena idea. Concluyen así diciendo que, en este caso, quedarse a la mitad de la montaña ( a una altura considerable pero que ni mucho menos roza la cima ) es más oportuno; saben que si existe un sentimiento nada es fácil por lo que es uno mismo el que debe buscar la manera de facilitar las cosas. Y firman el acuerdo en el que prometen dejar el orgullo a un lado, siendo éste acompañado por el rencor y la rabia; prometen dejar el agua correr sin cerrar la puerta a lo que suceda pero sin hacerse ilusiones de que algo vaya a suceder; y también prometen no dejarse pisotear ( eso lo escribieron en mayúscula). Pero más abajo, al final del contrato, tenemos el apartado más debatido: el de guardar silencio para siempre, guardar el secreto a quien podría concernirle y no decirlo nunca, nunca, nunca.
Qué bonitas pueden verse las cosas desde la mitad de la montaña y a la vez que raras y difíciles se ven pintadas! Pero esto no importa, la armadura casi está terminada.

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